Bellas 2. Eternas by Dhonielle Clayton

Bellas 2. Eternas by Dhonielle Clayton

autor:Dhonielle Clayton
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2019-05-24T00:00:00+00:00


Suaves rayos de luz de luna bañan el océano mientras sale el ojo izquierdo del dios del cielo. El salón de té de las Islas de Seda quema en la lejanía como una estrella moribunda. Los bordes de la isla imperial brillan mientras navegamos por su costa; los iluminan los farolillos hogareños y los embarcaderos y los farolillos de alféizar que hay en las mansiones que dan al mar. Su color es muy distinto del agua que rodea nuestro hogar. Pienso en las historias aterradoras que nos contaban sobre el pulpo que vivía en los Pantanos Rosa, pero jamás nos explicaron qué merodeaba por aquí, qué criaturas habitaban los vastos dominios del dios de los mares.

—No vamos a llegar más rápido porque estés aquí mirando —me dice Edel—. Y estás dejando entrar corrientes de aire. Los dragones se están poniendo nerviosos.

—Todos los faros están proyectando sus luces. ¿No te parece extraño?

—No —responde—. Pero hace muchísimo frío.

Corro las cortinas y me vuelvo de nuevo hacia la cabina pequeña pero lujosa. La suntuosa embarcación del Ministro de Moda parece el aposento de un palacio enviado a navegar. Sillas acojinadas y sillones rodean una larga mesa que contiene todos los efectos personales que hemos reunido: los mapas de Rémy, unos cuantos productos belle robados que no hemos tenido que vender, tinta y pergamino y una pluma, comida para los dragoncitos de peluche animado, mi caja de belleza llena de tarros de sanguijuelas etiquetados y las bolsas repletas de monedas que nos ha dado el Ministro de Moda. Farolillos ígneos flotan por el lugar para prestar su calor al gélido espacio. Las alacenas proporcionan todo tipo de manjares: nueces tostadas, tacos de queso, cestas de macarons, cubas de vino y cerveza... Sin embargo, no me apetece nada de eso. Hemos perdido a Valerie. No volveremos a verla nunca más. Semejante verdad apenas me cabe en la cabeza.

Me arde la garganta y todavía guardo el sabor del fuego en la lengua.

—¿Qué pasa si todas nuestras hermanas están sufriendo como Valerie?

—No podemos perder a otra hermana. Tenemos que encontrar la manera de llegar hasta ellas —afirma.

—Perdimos a Ámbar.

Decir su nombre me provoca una punzada en las entrañas.

El rostro de Edel es pétreo.

—Te lo dije, ha cambiado.

Mi frustración, alimentada por la pena, estalla.

—Tú no estabas en esa cena con Claudine. No estabas en palacio. No viste lo que Sophia nos obligaba a hacer. Lo convertía todo en un juego. Me obligó a dar una nariz de cerdo a una cortesana, me rompió la mano, envenenó mi comida. No tuve posibilidad de hablar con Ámbar acerca de las cosas que le obligó a hacer a ella. Sophia es un monstruo. Te lleva a adoptar formas horrorosas, y lamento cada minuto que fue capaz de hacérmelo.

—Leí entrevistas que dio Ámbar en las que fanfarroneaba de ser mejor que nosotras. Mejor que sus hermanas. Más merecedora del título de favorita. —La espalda de Edel se pone rígida y cierra los puños como si se preparara para una pelea—. No vas a convencerme de que ella siempre nos quiso.



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